Esther Amaes

Danza Oriental y Danza Primal

Hace 7 años, de manera súbita, inesperada e incontrolable, enfermé.

Aunque hoy pienso que en realidad lo que pasó fue que mi alma necesitaba comunicarme algo, o más bien, comunicarme TODO.

Sufría vértigos que me obligaban a permanecer en la cama, mi cuerpo estaba muy débil. Padecí numerosos síntomas y a pesar de la variedad de pruebas que me realizaron, no hubo diagnóstico.

Parecía que una fuerza invisible empujara mis hombros hacia abajo.
Todo ello me sumergió en un estado de ansiedad y miedo.

Después de varios meses recibí un cartel sobre un taller que darían en la escuela de mis hijas, me llamó la atención y me animé a participar, era de algo llamado Danza Primal.

Llegó el día, todavía me acuerdo: el 16 de Enero del 2016.

Después de la experiencia sentí de una manera muy contundente como mi cuerpo se había llenado de energía, de vida, pensé: “¿y si no tengo ninguna enfermedad física, y es algo psicosomático?”

Durante todo el tiempo de la enfermedad no se me había pasado por la cabeza a pesar de ser psicóloga. Estaba convencida de que tenía alguna enfermedad física y que no daban con ella.

La “Danza Primal” me despertó nuevas cuestiones y sentires:
¿De dónde salió toda esa energía que sentí en mi cuerpo?.

La fuerza que me empujaba hacia el suelo había desaparecido.

Así fue como inicié mi viaje, un viaje profundo, intenso e ilimitado hacia mi interior con un método igual de profundo, intenso e ilimitado: La Danza Primal.

Mis experiencias me fueron mostrando que el cuerpo habla, otorgándonos información crucial para nuestra evolución, para sanar. Que mis vértigos respondían a una emocionalidad muy concreta que necesitaba ser resuelta.

Que al darme permiso a sentir la emoción y expresarla desde mis entrañas los vértigos desaparecieron, y a la par se dieron auténticas y definitivas transformaciones, todas ellas encaminadas a la libertad del Ser.

Integré en mí esta nueva forma de concebir los síntomas, la emoción, la expresión de la misma y la sanación. Me empoderó, ya que mi salud, mi bienestar, podía ser gestionada por mí misma, sin la necesidad de parches externos.

La Danza Primal y el modelo transpersonal que la sustenta me enseñó (y me sigue enseñando) que somos algo más que nuestra historia, condicionamientos y experiencias traumáticas. Que después de soltar todas esas capas que se nos van adhiriendo somos esencialmente perfectos, perfectas, y que a la vez somos el universo concentrado en un cuerpo, conectado con la existencia misma.

Quizás una de las cualidades más interesantes y necesarias que aguarda esta disciplina tiene que ver con el enfoque de que la persona desarrolle y ponga en práctica todas sus potencialidades, sin la necesidad de la existencia de un gurú o maestro/a “mas poderoso/ sabio” que él/ella.

Seguí mi camino de exploración por diversas técnicas/disciplinas, donde el cuerpo era el protagonista: respiración holotrópica, Janzu, plantas ancestrales, respiración ovárica, técnicas catárticas y de reconexión con el Ser.

Por otro lado, toda mi vida me acompañó la Danza Oriental (Bellydance), fue amor a primera vista. 

Me formé con varias maestras de distintos lugares y estilos, hasta que empecé a enseñarla. Pero la situación que conté al inicio y el proceso posterior, hizo que le diera un giro a la metodología que utilizaba.

Ya no era suficiente que las alumnas aprendieran a la perfección los movimientos, era necesario incluir respiración consciente, despertar el sentir del cuerpo, de la energía fluyendo por el mismo.

Empecé a concebir el poder transmutador y sanador de esta danza ancestral, que activa la Energía Vital en cada célula, permitiendo conectar mente-cuerpo-alma.

Hoy me dedico a transmitir la idea de volver al cuerpo, de re-habitarlo. Conocer sus potencialidades. De ser conscientes de la importancia de darle expresividad, espacios de liberación, integración y creación.

Y así, poco a poco, ir regresando a casa, a lo Primordial, al Ser.